html PUBLIC "-//W3C//DTD XHTML 1.0 Strict//EN" "http://www.w3.org/TR/xhtml1/DTD/xhtml1-strict.dtd"> Mi Rincon: El codigo...

lunes, junio 05, 2006

El codigo...

Comparto este mail que llego un dia de estos....

No hay que decodificar ningún texto ni arcano pergamino. No tiene nada de misterio ni de extravagantes conjeturas ni de lenguajes ocultos o imágenes solapadas.

Es un código sencillo que solo demanda una actitud positiva ante la vida o una conducta fraternal y de respeto a los semejantes. No hay que pagar dinero para aprenderlo y practicarlo por el resto de la vida. Tampoco se deber ir a una sala de cine, donde es más fácil que le proporcionen una fábula con verdades a medias o historias espurias. Basta con hacer una plegaria desde la intimidad de su propio aposento para llenarse de su encanto y trascendencia.

Diáfano. El código de Cristo, cierto, se encuentra en la Biblia, concretamente en los Evangelios. Es claro, diáfano como manantial de montaña bañada de agua pura. Está al alcance de opulentos y miserables, de eruditos e iletrados, de niños y ancianos y no toma en cuenta el color de la piel. Sobre todo, mantiene su vigencia para dar felicidad a la humanidad.

Por eso no hay que distraerse con códigos falsos, especulativos, falaces, que pretenden extraviar a los incautos, o que solo vienen a ser una entretención lúdica de intelectuales o de presumidos que creen saberlo todo, que suponen ser los conocedores del alfa y omega de la existencia.

El código de Cristo, que consiste en amar a sus semejantes, en no codiciar lo ajeno ni cometer ningún acto que implique sufrimiento al prójimo, es muy útil para tener paciencia con vecinos bulliciosos, con colegas envidiosos, con compañeros taimados, o bien para superar quebrantos emocionales de cualquier índole, y sentir piedad por personas ingratas que un día mordieron la mano que las auxiliaba.

Bálsamo. El código de Cristo en su manifestación de amor lleva implícito el perdón y el olvido, y es el mejor bálsamo para afrontar cualquier tipo de adversidad y dolor.

El código de Cristo -que en realidad es muchísimo más que un código- se activa cada vez que se da una moneda a un necesitado, una sonrisa al que mendiga afecto, un empujón al que yace doblegado a fin de que se levante y siga en su peregrinaje por los caminos de Dios, un abrazo al abatido por el imprevisto infortunio, o el aliento a quien clama por la calidez de una palabra oportuna.

El código de Cristo -simple, transparente y luminoso- es para hoy... ¡Y para siempre!